"Mariana Pineda" en Granada
Seguidamente se levantó García Lorca y dijo:
Hace seis o siete años terminé la última escena de "Mariana Pineda". La obra
recorrió varios teatros y en medio de los más calurosos elogios me la devolvían,
unos, por atrevida; otros, por difícil. Margarita Xirgú la leyó y a los dos
meses comenzaron los ensayos para hacerla viva en la escena.
Públicamente y en Granada, donde duerme su sueño de amor mi distinguida heroína,
he de manifestarle mi agradecimiento y expresarle de manera fría y razonada la
profunda admiración que siento por su labor en el teatro de nuestro país; porque
ella es la actriz que rompe la monotonía de las candilejas con aires renovadores
y arroja puñados de fuego y jarros de agua fría a los públicos dormidos sobre
normas apolilladas.
Margarita tiene la inquietud del teatro, la fiebre de los temperamentos
múltiples. Yo la veo siempre en una encrucijada, en la encrucijada de todas las
heroínas, meta barrida por un viento oscuro donde la vena aorta canta como si
fuera un ruiseñor.
Son tres mil mujeres mudas las que la rodean: unas llorando, otras clavándose
espinas en los senos desnudos, algunas pretendiendo arrancar una sonrisa a su
cabeza de mármol, pero todas pidiéndole su cuerpo y su palabra.
Sombras vacías que la actriz ha de llenar con su carne flexible y su sangre
generosa.
El sueño de Margarita Xirgú sería poder satisfacerlas a todas. Lo mismo a la que
viene con la corona del drama griego, como la que se acerca con el pijama y el
llanto contenido de la pasión nueva.
Por eso se vistió de Mariana Pineda. En la muchedumbre de las sombras poéticas,
Mariana Pineda venía pidiendo justicia por boca de poeta. La rodearon de
trompetas y ella era una lira. La igualaron con Judit y ella iba en la sombra
buscando la mano de Julieta su hermana. Ciñeron su garganta partida con el
collar de la oda y ella pedía el madrigal libertado. Cantaban todos el águila
que parte de un aletazo la dura barra de metal y ella balaba mientras como el
cordero, abandonada de todos, sostenida tan solo por las estrellas.
Yo he cumplido mi deber de poeta oponiendo una Mariana viva, cristiana y
resplandeciente de heroísmo frente a la fría, vestida de forastera y
libre-pensadora del pedestal.
Margarita ha cumplido su deber de actriz llenando con su voz y su gesto
apasionado la bella sombra desgraciada, médula y símbolo de la Libertad.
Los dos damos las gracias más efusivas por este cordial homenaje...Yo con un
poco de vergüenza. Este es el tercero o cuarto banquete que me ofrecen por este
motivo y me parece demasiado.
Mi drama es obra débil de principiante y aun teniendo rasgos de mi temperamento
poético, no responde ya en absoluto a mi criterio sobre el teatro.
Por otra parte, me da cierto pudor este homenaje en Granada. Me ha producido
verdadera tristeza ver mi nombre por las esquinas. Parece como si me arrancaran
mi vida de niño y me encontrara lleno de responsabilidad en un sitio donde no
quiero tenerla nunca y donde solo anhelo estar en mi casa tranquilo, gozando del
reposo y preparando obra nueva. Bastante suena mi nombre en otras partes.
Granada ya tiene bastante con darme su luz y sus temas y abrirme la vena de su
secreto lírico.
Si algún día, si Dios me sigue ayudando, tengo gloria, la mitad de esta gloria
será de Granada, que formó y modeló esta criatura que soy yo: poeta de
nacimiento y sin poderlo remediar.
Ahora más que nunca, necesito del silencio y la densidad espiritual del aire
granadino para sostener el duelo a muerte que sostengo con mi corazón y con la
poesía.
Con mi corazón, para librarlo de la pasión imposible que destruye y de la sombra
falaz del mundo que lo siembra de sol estéril, con la poesía, para construir,
pese a ella que se defiende como una virgen, el poema despierto y verdadero
donde la belleza y el horror y lo inefable y lo repugnante vivan y se
entrechoquen en medio de la más candente alegría.
Mil gracias otra vez. Mil gracias a la maravillosa intérprete de "Mariana
Pineda" y gracias en nombre de ella a vosotros.
(García Lorca fué frecuentemente interrumpido en sus palabras por calurosas
ovaciones, que se repitieron al finalizar y en honor de Margarita Xirgú)
7 de mayo, 1929
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