Teatro
Breve
(1928)
El paseo de Buster Keaton
Personajes
Buster Keaton |
El Búho |
Una Americana |
El Gallo |
Un Negro |
Una Joven |
GALLO. Quiquiriqui.
(Sale Buster Keaton con sus cuatro hijos de la mano.)
BUSTER K. (Saca un puñal de madera y los mata.)
¡Pobres hijitos míos!
GALLO. Quiquiriquí.
BUSTER K. (Contando los cuerpos en tierra.)
Uno, dos, tres y cuatro. (Coge una bicicleta y se va.)
(Entre las viejas llantas de goma y bidones de gasolina, un negro come su
sombrero de paja.)
BUSTER K.
¡Qué hermosa tarde!
(Un loro revolotea en el cielo neutro.)
BUSTER K.
Da gusto pasear en bicicleta.
EL BÚHO.
Chirri, chirri, chirri, chi.
BUSTER K.
¡Qué bien cantan los pajarillos!
EL BÚHO.
Chirrrrrrrrrrrr.
BUSTER K.
Es emocionante.
(Pausa. Buster Keaton cruza inefable los juncos y el campillo de centeno. El
paisaje se achica entre las ruedas de la máquina. La bicicleta tiene una sola
dimensión. Puede entrar en los libros y tenderse en el horno de pan. La
bicicleta de Buster Keaton no tiene el sillón de caramelo, ni los pedales de
azúcar, como quisieran los hombres malos. Es una bicicleta como todas, pero la
única empapada de inocencia. Adán y Eva correrían asustados si vieran un vaso
lleno de agua, y acariciarían en cambio la bicicleta de Keaton.)
BUSTER K.
¡Ay amor, amor!
(Buster Keaton cae al suelo. La bicicleta se le escapa. Corre detrás de dos
grandes mariposas grises. Va como loca, a medio milímetro del sueño.)
BUSTER K. (Levantándose.)
No quiero decir nada. ¿Qué voy a decir?
UNA VOZ.
Tonto.
BUSTER K.
Bueno.
(Sigue andando. Sus ojos infinitos y tristes como los de una bestia recién
nacida, sueñan lirios, ángeles y cinturones de seda. Sus ojos que son de culo de
vaso. Sus ojos de niño tonto. Que son feísimos. Que son bellísimos. Sus ojos de
avestruz. Sus ojos humanos en el equilibrio seguro de la melancolía. A lo lejos
se ve Filadelfia. Los habitantes de esta urbe ya saben que el viejo poema de la
máquina Singer puede circular entre las grandes rosas de los invernaderos,
aunque no podrán comprender nunca qué sutilísima diferencia poética existe entre
una taza de té caliente y otra taza de té frío. A lo lejos, brilla Filadelfia.)
BUSTER K.
Esto es un jardín.
(Una Americana con los ojos de celuloide viene por la hierba.)
AMERICANA.
Buenas tardes.
(Buster Keaton sonríe y mira en "gros plan" los zapatos de la dama. ¡Oh qué
zapatos! No debemos admitir esos zapatos. Se necesitan las pieles de tres
cocodrilos para hacerlos.)
BUSTER K.
Yo quisiera...
AMERICANA.
¿Tiene usted una espada adornada con hoja de mirto?
(Buster Keaton se encoge de hombros y levanta el pie derecho.)
AMERICANA.
¿Tiene usted un anillo con la piedra envenenada?
(Buster Keaton cierra lentamente los ojos y levanta el pie izquierdo.)
AMERICANA.
¿Pues entonces...?
(Cuatro serafines con las alas de gasa celeste, bailan entre las flores. Las
señoritas de la ciudad tocan el piano como si montaran en bicicleta. El vals, la
luna y las canoas, estremecen el precioso corazón de nuestro amigo. Con gran
sorpresa de todos el otoño ha invadido el jardín, como el agua al geométrico
terrón de azúcar.)
BUSTER K. (Suspirando.)
Quisiera ser un cisne. Pero no puedo aunque quisiera. Porque ¿dónde dejaría mi
sombrero? ¿dónde mi cuello de pajaritas y mi corbata de moaré? ¡Qué desgracia!
(Una Joven, cintura de avispa y alto cucuné, viene montada en bicicleta. Tiene
cabeza de ruiseñor.)
JOVEN.
¿A quién tengo el honor de saludar?
BUSTER K. (Con una reverencia.)
A Buster Keaton.
(La joven se desmaya y cae de la bicicleta. Sus piernas a listas tiemblan en el
césped como dos cebras agonizantes. Un gramófono decía en mil espectáculos a la
vez: «En América, no hay ruiseñores».)
BUSTER K. (Arrodillándose.)
Señorita Eleonora, ¡perdóneme que yo no he sido! ¡Señorita! (Bajo.) ¡Señorita!
(Más bajo.) ¡Señorita! (La besa.)
(En el horizonte de Filadelfia luce la estrella rutilante de los policías.)
*****
La Doncella, el Marinero y el Estudiante
Personajes
La Doncella |
El Marinero |
Una Vieja |
El Estudiante |
La Madre |
|
Balcón.
VIEJA. (En la calle.)
Caracoleeees: Se guisan con hierbabuena, azafrán y hojas de laurel.
DONCELLA.
Caracolitos del campo. Parecen amontonados en la cesta una antigua ciudad de la
China.
VIEJA.
Esta vieja los vende. Son grandes y oscuros. Cuatro de ellos pueden con una
culebra. ¡Qué caracoles! Dios mío ¡qué caracoles!
DONCELLA. Déjame
que borde. Mis almohadas no tienen iniciales y esto me da mucho miedo. Porque
¿qué muchachilla en el mundo no tiene marcada su ropa?
VIEJA.
¿Cómo es tu gracia?
DONCELLA.
Yo bordo en mis ropas todo el alfabeto.
VIEJA.
¿Para qué?
DONCELLA.
Para que el hombre que esté conmigo me llame de la manera que guste.
VIEJA. (Triste.)
Entonces eres una sinvergüenza.
DONCELLA. (Bajando los ojos.)
Sí.
VIEJA.
¿Te llamarás María, Rosa, Trinidad, Segismunda?
DONCELLA.
Y más, y más:
VIEJA.
¿Eustaquia? ¿Dorotea? ¿Genara?
DONCELLA.
Y más, más, más...
(La Doncella eleva las palmas de sus manos palidecidas por el insomnio de las
sedas y los marcadores. La Vieja huye arrimada a la pared, hacia su Siberia de
trapos oscuros donde agoniza la cesta llena de mendrugos de pan.)
DONCELLA.
A, B, C, D, E, F, G, H, I, J, K, L, M, N, Ñ. Ya está bien. Voy a cerrar el
balcón. Detrás de los cristales, seguiré bordando.
(Pausa.)
LA MADRE. (Dentro.)
Hija, hija, ¿estás llorando?
DONCELLA.
No. Es que empieza a llover.
(Una canoa automóvil llena de banderas azules, cruza la bahía dejando atrás su
canto tartamudo. La lluvia pone a la ciudad un birrete de doctor en Letras. En
las tabernas del puerto comienza el gran carrousel de los marineros borrachos.)
DONCELLA. (Cantando.)
A, B, C, D.
¿Con qué letra me quedaré?
Marinero empieza con M,
y estudiante empieza con E.
A, B, C, D.
MARINERO. (Entrando.)
Yo.
DONCELLA.
Tú.
MARINERO. (Triste.)
Poca cosa es un barco.
DONCELLA.
Le pondré banderas y luces.
MARINERO.
Si el capitán quiere.
(Pausa.)
DONCELLA. (Afligida.)
¡Poca cosa es un barco!
MARINERO.
Lo llenaré de puntillas bordadas.
DONCELLA.
Si mi madre me deja.
MARINERO.
Ponte de pie.
DONCELLA.
¿Para qué?
MARINERO.
Para verte.
DONCELLA. (Se levanta.)
Ya estoy.
MARINERO.
¡Qué hermosos muslos tienes!
DONCELLA.
De niña monté en bicicleta.
MARINERO.
Yo en un delfín.
DONCELLA.
También eres hermoso.
MARINERO.
Cuando estoy desnudo.
DONCELLA.
¿Qué sabes hacer?
MARINERO.
Remar.
(El Marinero toca el acordeón polvoriento y cansado como un siglo XVII.)
ESTUDIANTE. (Entrando.)
Va demasiado deprisa.
DONCELLA.
¿Quién va deprisa?
ESTUDIANTE.
El siglo.
DONCELLA.
Estás azorado.
ESTUDIANTE.
Es qué huyo..
DONCELLA.
¿De quién?
ESTUDIANTE.
Del año que viene.
DONCELLA.
¿No has visto mi cara?
ESTUDIANTE.
Por eso me paro.
DONCELLA.
No eres moreno.
ESTUDIANTE.
Es que vivo de noche.
DONCELLA.
¿Qué quieres?
ESTUDIANTE.
Dame agua.
DONCELLA.
No tenemos aljibe.
ESTUDIANTE.
¡Pues yo me muero de sed!
DONCELLA.
Te daré leche de mis senos.
ESTUDIANTE. (Encendido.)
Endulza mi boca.
DONCELLA.
Pero soy doncella.
ESTUDIANTE.
Si me echas una escala viviré esta noche contigo,
DONCELLA.
Eres blanco y estarás muy frío.
ESTUDIANTE.
Tengo mucha fuerza en los brazos.
DONCELLA.
Yo te dejaría si mi madre quisiera.
ESTUDIANTE.
Anda...
DONCELLA.
No...
ESTUDIANTE.
¿Y por qué no?
DONCELLA.
Pues porque no...
ESTUDIANTE.
Anda...
DONCELLA.
No.
(Alrededor de la luna, gira una rueda de bergantines oscuros. Tres sirenas
chapoteando en las olas, engañan a los carabineros del acantilado. La Doncella
en su balcón piensa dar un salto desde la letra Z y lanzarse al abismo. Emilio
Prados y Manolito Altolaguirre, enharinados por el miedo del mar, la quitan
suavemente de la baranda.)
*****
Quimera
Personajes
Enrique |
Mujer |
Viejo |
Niña |
Voces |
|
Puerta
ENRIQUE.
Adiós.
SEIS VOCES. (Dentro.)
Adiós.
ENRIQUE.
Estaré mucho tiempo en la sierra.
VOZ.
Una ardilla.
ENRIQUE.
Sí, una ardilla para ti y además cinco pájaros que no los haya tenido antes
ningún niño.
VOZ.
No, yo quiero un lagarto.
VOZ.
Y yo un topo.
ENRIQUE.
Sois muy distintos, hijos. Cumpliré los encargos de todos.
VIEJO.
Muy distintos.
ENRIQUE.
¿Qué dices?
VIEJO.
¿Te puedo llevar las maletas?
ENRIQUE.
No.
(Se oyen risas de niños.)
VIEJO. Son hijos tuyos.
ENRIQUE.
Los seis.
VIEJO.
Yo conozco hace mucho tiempo a la madre de ellos, a tu mujer. Estuve de cochero
en su casa, pero si te confieso la verdad, ahora estoy mejor de mendigo. Los
caballos ¡ja, ja, ja! Nadie sabe el miedo que a mí me dan los caballos. Caiga un
rayo sobre todos sus ojos. Guiar un coche es muy difícil. ¡Oh! Es dificilísimo.
Si no tienes miedo, no te enteras, y si te enteras, no tienes miedo. ¡Malditos
sean los caballos!
ENRIQUE. (Cogiendo las maletas.)
Déjame.
VIEJO.
No, no. Yo por unas monedillas, las más pequeñas que tengas, te las llevo. Tu
mujer te lo agradecerá. Ella no tenía miedo a los caballos. Ella es feliz.
ENRIQUE.
Vamos pronto. A las seis he de tomar el tren.
VIEJO.
¡Ah, el tren! Eso es otra cosa. El tren es una tontería. Aunque viviera cien
años yo no tendría miedo al tren. El tren no está vivo. Pasa y ha pasado... pero
los caballos... Mira.
MUJER. (En la ventana.)
Enrique mío. Enrique. No dejes de escribirme. No me olvides.
VIEJO.
¡Ah, la muchacha! (Ríe.) ¿Te acuerdas cómo saltaba las tapias, como se subía a
los árboles sólo por verte?
MUJER.
Lo recordaré hasta que me muera.
ENRIQUE.
Yo también.
MUJER.
Te espero. Adiós.
ENRIQUE.
Adiós.
VIEJO.
No te aflijas. Es tu mujer y te ama. Tú la amas a ella. No te aflijas.
ENRIQUE.
Es verdad, pero me pesa esta ausencia.
VIEJO.
Peor es otra cosa. Peor es que todo ande y que el río suene. Peor es que haya un
ciclón.
ENRIQUE. No tengo gana de bromas. Siempre estás así.
VIEJO.
¡Ja, ja, ja! Todo el mundo y tú el primero cree que lo importante de un ciclón
son los destrozos que produce y yo creo todo lo contrario. Lo importante de un
ciclón...
ENRIQUE. (Irritándose.)
Vamos. Van a dar las seis de un momento a otro.
VIEJO.
¿Pues soy el mar?... En el mar...
ENRIQUE. (Furioso.)
Vamos, he dicho.
VIEJO.
¿No se olvida nada?
ENRIQUE. Todo lo dejo perfectamente organizado. Y además a ti qué te importa. Lo
peor del mundo es un criado viejo, un mendigo.
VOZ 1ª.
Papá.
VOZ 2ª.
Papá.
VOZ 3ª.
Papá.
VOZ 4ª.
Papá.
VOZ 5ª.
Papá.
VOZ 6ª.
Papá.
VIEJO.
Tus hijos.
ENRIQUE.
Mis hijos.
NIÑA. (En la puerta.)
Yo no quiero la ardilla. Si me traes la ardilla, no te querré. No me traigas la
ardilla. No la quiero.
VOZ.
Ni yo el lagarto.
VOZ.
Ni yo el topo.
NIÑA.
Queremos que nos traigas una colección de minerales.
VOZ.
No, no, yo quiero mi topo.
VOZ.
No, el topo es para mí...
(Riñen.)
NIÑA. (Entrando.)
Pues ahora el topo va a ser para mí.
ENRIQUE.
¡Basta! ¡Quedaréis contentos!
VIEJO.
Dijiste que eran muy distintos.
ENRIQUE.
Sí. Muy distintos. Afortunadamente.
VIEJO.
¿Cómo?
ENRIQUE. (Fuerte.)
Afortunadamente.
VIEJO. (Triste.)
Afortunadamente.
(Salen.)
MUJER. (En la ventana.)
Adiós.
VOZ.
Adiós.
MUJER.
Vuelve pronto.
VOZ. (Lejana.)
Pronto.
MUJER.
Se abrigará bien por la noche. Lleva cuatro mantas. Yo en cambio estaré sola en
la cama. Tendré frío. Él tiene unos ojos maravillosos; pero lo que yo amo es su
fuerza. (Se desnuda.) Me duele un poco la espalda. ¡Ah! ¡Si me pudiera
despreciar! Yo quiero que él me desprecie... y me ame. Yo quiero huir y que me
alcance. Yo quiero que me queme... que me queme. (Alto.) Adiós, adiós...
Enrique. Enrique... Te amo. Te veo pequeño. Saltas por las piedras. Pequeño.
Ahora te podría tragar como si fueras un botón. Te podría tragar, Enrique...
NIÑA.
Mamá.
MUJER.
No salgas. Se ha levantado un viento frío. ¡He dicho que no!
(Entra.)
(La luz huye de la escena.)
NIÑA. (Rápida.)
¡Papáaa! ¡Papáaa! Que me traigas la ardilla. Que yo no quiero los
minerales. Los minerales me romperán las uñas. Papáaa.
NIÑO. (En la puerta.)
No-te-o-ye. No-te-o-ye. No-te-o-ye.
NIÑA. Papá, que yo quiero la ardilla. (Rompiendo a llorar.) ¡Dios mío! ¡Yo
quiero la ardilla!
Telón
*****
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